A esto se le añade la presencia de Jude Law asumiendo un rol protagónico que explota todos sus dotes de estrella de cine y a Forest Whitaker en un rol que manipula su aura de “osito cariñoso” para darle un toque perverso y oscuro a las convenciones de un “buddy movie”.
Aunque esto llega con un despliegue de mucha inteligencia y creatividad está por verse si esta mezcla puede ser digerida por el público general.
El filme sucede en un futuro no muy lejano en el que la medicina ha sido privatizada y aquellos que necesiten reemplazar cualquier parte de su cuerpo pueden comprarla con un préstamo millonario. Law y Whitaker interpretan a los personajes titulares, veteranos de guerra que les toca el trabajo sangriento de recuperar el órgano artificial cuando el cliente no ha podido cumplir con los pagos del mismo.
Aunque al guionista le gustaría plantear que su trabajo es una denuncia de una sociedad saturada de violencia en todos sus contextos (reales y virtuales), esto no quita que el espectador se va a tener que enfrentar a un filme sangriento y gráfico que hace ver las cintas de “Saw” como una lección elemental de cómo mostrar violencia en pantalla.
De la misma forma, el estilo subversivo del director británico Miguel Sapochnitck denota una desesperación en ser reconocido como original. Sin embargo, el resultado final obliga a una comparación a Tarantino, sin la inteligencia, elegancia y creatividad que éste ha demostrado en sus filmes recientes.
Si el filme funciona o no depende de cuán familiarizado esté el espectador con los códigos cinematográficos que el guionista y el director están tratando de reinventar. Resulta probable que los cinéfilos más jóvenes no tengan un problema con un filme que decide excederse en la cuota de violencia gráfica para poder denunciarla en pantalla.
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